Es artista y tatuador y reconoce que, cuando iba a la escuela, lograba buenos promedios gracias a las materias de arte y música. Estudió diseño gráfico y de allí se llevó un aprendizaje que lo marcó para siempre: lo que uno tiene para contar, es más importante que la técnica que utilice. Así fue como la carrera independiente de Viktor Nash dio un giro de identidad y se dignó a ser fiel a sus ideas. Te invitamos a conocer el behind the tattoos de este artista de impronta surfer que sabe perfectamente lo que le gusta.
¿Cuál fue el camino para descubrir tu estilo?
Siempre dibujé y me gustaba la idea de mostrar lo que hacía. Pero en el fondo sabía que todavía tenía un camino por recorrer. Si bien era lo que venía haciendo, había algo que no me cerraba. Esa búsqueda me llevó un tiempo que me permitió observar aún más mi entorno. Además, trabajé bastante tiempo retocando imágenes y componiendo en Photoshop, y eso me enseñó a trabajar en capas. Siempre eliminaba todos los rastros de cómo había sido generado cada trabajo, y ahí se le prendió la lamparita a mi carrera. Entendí que la pieza es una totalidad y no solamente un resultado. Fue así que comencé a replicar el proceso completo manualmente.
¿Así llegaste a ese trazo fino de múltiples líneas tan particular?
Disfruto de bocetar y seguir agregando trazos sobre lo que ya estaba dibujado. Me encanta ir y venir cuantas veces quiera para trabajar de manera atemporal. Descubrí que necesitaba ver todo el proceso de trabajo en mi obra, y así logré la riqueza que venía buscando. Ese tipo de trazo estuvo desde el minuto cero, y luego se reinventó para generar más texturas y situaciones. Me da felicidad sentarme durante horas a dibujar rayitas. Es como meditar en conexión absoluta con la pieza. He pasado horas acostado en el piso haciendo líneas y puntitos. Eso me permite estar un rato más con la obra antes de terminarla y auto convencerme de que está terminada.
¿Cuándo entra el tatuador en tu vida?
El 23 de octubre del 2012 me tatué la pierna y ese fue mi primer tatuaje. Al día siguiente tatué a un amigo mío y desde ese momento no paré. Fue algo que siempre me atrajo y lo enfoqué desde la inquietud de intervenir artísticamente un soporte nuevo. Fue complejo pero sabía que no quería tatuar letras chinas, símbolos de ohm, ni estrellas. Hoy en día, solo tatúo mis diseños y los preparo especialmente para la persona que lo pide. Eso lo aprendí en mi carrera: conversamos y me armo una idea de su personalidad. Analizo qué le gusta, cómo esta vestida y hasta su forma de hablar. Todo eso lo bajo al diseño como un brief. Y los tatuajes los pienso como un cuadro, es ese y ya está, no voy a hacer otro igual. Intento no repetirme para seguir descubriendo. Todo es un ejercicio sin presión.
¿Cómo dialogan en vos el surfer y el artista?
De chico iba todos los años con a Mar del Plata con mi familia. El mar y sus olas me acompañaron siempre, pero el surf llegó bastante después. Amo ambas actividades y se combinaron solos. No fue forzado ni premeditado. Siento lo mismo en el agua o sentado en mi estudio con un marcador. Se superponen como las capas del diseño. Surfeando y pintado tengo la sensación de saber qué quiero hacer y son variables que me proponen un desafío que me encanta.
¿Por qué elegís dibujar animales?
Siempre me gustaron. Durante mucho tiempo dibujé figuras humanas pero no había caso, no me gustaba. Creo que en algún punto me sentía limitado y no me salía natural. Los animales estaban en un segundo plano, pero un día invertí las prioridades y todo volvió a ser un juego. Podía llevar límites al extremo. No me preocupa si un ojo es tres veces más grande que el otro, o que la proporción, el color y la perspectiva no sean de estudio. En los animales encuentro más posibilidades de transformación. Sé que mi camino es el arte, por eso me interesa transitarlo de todas las formar habidas y por haber.