30 días de Paleo

“Te vas a sentir mejor, probalo” me dijeron. Y, después de haber intentado tantas otras cosas, que le hace una mancha más al tigre… ¿verdad?. El último furor en alimentación se llama Paleo, viene de Paleolítico y a grandes rasgos nos impulsa a comer como los hombres de las cavernas, mucho antes de la revolución agrícola. Tiene tantos adeptos en el mundo que una búsqueda del hashtag #paleo da más de 3 millones de resultados, no sin alguna que otra batalla de palabras contra la anterior corriente de moda: el veganismo. Decidí probarla por 30 días, y no podía dejar de contarles cómo me fue.

Pareciera un número arbitrario, pero un mínimo de 20 días son los que los expertos sostienen que es necesario mantener este plan de alimentación para desintoxicarnos de los alimentos que nos hacen mal: harinas y azúcares.

Altamente adictivos y de características inflamatorias, abandonarlos es una de las tareas más difíciles a la hora de pasarse a la Paleo. Primero, porque este tipo de alimentación nos obliga a ordenarnos un poco mejor con las comidas y planificarlas con cierta anticipación, sobre todo a los que estábamos acostumbrados a solucionar el horario de almuerzo con una tarta o empanadas, o que tal vez no estábamos al tanto de que alimentos como las salsas o jugos están cargados de ellos. Pero además, dejarlos puede llegar a generar en las primeras 72 horas síntomas de abstinencia intensos: migrañas, fuerte sudación, malhumor, irritabilidad, temblores y picos de ansiedad.

Los beneficios son numerosos. La pérdida de peso gracias a la quema de grasas acumuladas es uno de los motivos principales por los que la Paleo tiene tantos adeptos, además de que ayuda a disminuir las inflamaciones gastrointestinales, alergias y regula la glucosa en la sangre. Además, mejora la piel, los dientes, aumenta la energía y el rendimiento deportivo. Yo solía sufrir de insomnio, y desde que arranqué a comer de esta forma, duermo como un bebé.

“Pasame la dieta” es uno de los comentarios más comunes a los que me enfrenté en este tiempo. Pero básicamente la Paleo consiste en usar el sentido común más que seguir un plan de alimentación con horarios estrictos de comida y raciones específicas. No se queden con hambre, traten de hacer 3 grandes comidas por día y llénense. Coman lo más natural posible, que no sea procesado, que no tenga ni harina ni azúcar. Nada de cereales, ni de alimentos dietéticos, y traten de evitar los lácteos (por lo menos durante los primeros 30 días). ¿Harina integral? NO. ¿Arroz? NO. ¿Yoghurt? NO. ¿Panela? ¡NO!.

Personalmente mis batallas más difíciles fueron dos: los desayunos y la bebida. Adicta desde siempre a la Coca-Cola Light (era lo único que tomaba, desde que me despertaba hasta la cena, llegando a consumir hasta dos litros y medio por día), dejarla fue un calvario. La reemplacé por agua con gas (me cuesta mucho tolerar el agua mineral) pero confieso que hoy, casi 100 días después, se me sigue pintando un lagrimón cuando veo una botella bien fría. Los desayunos son otro tema, porque aunque no es difícil acostumbrarse a comer frutas o huevo y panceta, aunque parezca increíble, cuando te toca desayunar fuera de casa es complicado encontrar en Buenos Aires un lugar que no incluya solamente medialunas o pan en la carta de desayuno.

El otro tema es poder darle variedad a los platos, cuando después de pasado un tiempo se empieza a volver rutinario y aburrido el bife con ensalada. Para esto les recomiendo navegar por la web que hay varios sitios con muy buenas recetas, como PaleOMG, o bajarse la aplicación Cocina Paleo (de Ninja Máquina, a USD1,99 en iTunes), que viene con propuestas creadas por las chefs Jimena Ramirez, Cecilia Pinedo y Diana Abreu. Trae fotos, una sección donde podés armar tu lista para no olvidarte de nada cuando vas al supermercado, y 30 recetas divididas por momentos del día (desayuno, almuerzo, merienda y cena) o por estación. ¡Sus hamburguesas de cordero con menta son espectaculares!

Y como no soy médica ni nada que le pegue cerca, también tengo bibliografía para recomendarles y que tomen la palabra de los que saben. Wheat Belly del doctor William Davis, cubre muy bien los beneficios digestivos y todo lo relacionado con el corazón. Ending the Food Fight, un muy buen libro del doctor David Ludwig relacionada sobre cómo abandonar la comida chatarra y alimentos procesados mejora la alimentación infantil. Grain Brain, del doctor David Perlmutter, conecta el consumo de harinas con deficiencias neurológicas y enfermedades modernas.

En definitiva lo mejor que puedo sugerirles es que, como yo, la prueben durante 30 días. A conciencia, sin hacer trampa. Les prometo que se van a sentir mejor.

 

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