Cordobés y urbano, Elian Chali trasciende los grises de la arquitectura formal, para proponer una eternidad efímera sobre el arte sobre los muros. Sus obras se dan como resultado de una búsqueda artística y el azar digital, y así se demuestra un hombre en sociedad que ha vivido y transita las calles como un observador participante que le da permiso a la sorpresa. Actualizado, moderno y sincero en sus declaraciones, transmite una realidad que cuesta pero es la que vivimos: la diversificación de los espacios de exhibición, lo digital y lo efímero. El universo detrás de Chali en 5 preguntas. Conocelo.
Tus obras tienen un carácter pulcro, preciso, que ondula la rigidez arquitectónica desafiándola con colores. ¿Cómo es el proceso de indagación y búsqueda de la figura ideal para un fondo?
Es algo que surge según la superficie y su contexto. Pienso que la atmósfera en la que el arte se manifiesta, respira, crea y exhibe, tiene una gran injerencia en lo que resulta la obra. Trabajar en un espacio como la ciudad implica no tener elementos bajo mi control, y eso me empuja a generar situaciones que prevean y pronostiquen movimientos. De esta manera, busco comprender el comportamiento de lo que yo estoy haciendo sobre el contexto. La arquitectura determina mi obra y me gusta que el soporte colabore con la obra y no quede relegado a la lógica de figura y fondo. Si la composición exige que ciertas características del espacio tomen protagonismo, la intervención cobra un papel secundario y eso me parece muy enriquecedor para mi trabajo. Hay un diálogo cooperativo entre el soporte y la intervención.
Tus obras muestran formas amorfas, trazos, ondas y rectas. Aún con la libertad que le das a lo digital, ¿en qué estás pensando al momento de crearla?
Mi interés por la geometría y la abstracción nace desde una profunda síntesis. Trabajo y habito la calle desde pendejo y la cantidad de impactos informativos me hicieron reaccionar frente al ruido visual al que nos sometemos. Desde esa base voy quitando elementos hasta llegar a formas básicas y colores primarios. Además, no me gusta dibujar y, de hecho, ni siquiera me considero pintor. No siempre que le doy órdenes a los programas que manejo se reflejan en el resultado final, y esta desobediencia de la tecnología escupe patrones que me resultan riquísimos. Son típicos de la era que transitamos y a la vez ayudan a mi proceso. Dejo librado al azar lo que las posibilidades digitales me da y así renuncio a todo protocolo a la hora de trabajar. Mi proceso de creación se basa en una constante transgresión y lucha entre lo aprendido personalmente y lo diseñado como pretensión de resultado. Me cago a piñas solo.
Muchas veces mencionás la posibilidad de vivir el arte sin necesidad de contemplarlo. ¿Qué creencias se activan sobre la actualidad del arte en esta idea?
Concibo el arte como toma de posiciones. En el plano de la creación, la idea de contemplación ubica a un sujeto – puedo ser yo- en un lugar ajeno al de la acción directa. Y ese sujeto o mecanismo no me parece que sea indispensable para activar la máquina del arte. Incluso, creo que la relación entre creador, obra y espectador no es necesaria para la experiencia artística. Puede ser una experiencia individual no-transferible. Niego la necesidad intrínseca de un receptor o una acción de intercambio para que el arte exista, es algo que se puede manifestar de muy diversas formas.
En “El borde no es el marco” dialogan una obra y un título que invita a pensar, entonces ¿qué es el marco para vos?
Creo que todo lo que se diga de la obra, también es obra, ¿no? Con “El borde no es el marco” pretendo que el nombre genere confusión. Es un juego de palabras que invita a pensar la definición de sobre qué es un marco y qué es un borde. Personalmente, pienso que el límite de algo no es lo sugerido físicamente o visualmente. Un límite o frontera es una representación virtual basada en conceptos heredados, impuestos culturalmente, aprehendidos.
Estás lanzando Hábitat, tu primer libro. Es un nuevo soporte y registro de tus obras. ¿Podemos pensar que también es un desafío a lo efímero del Street Art?
Mi primer libro se relaciona con mi obra solo desde un lugar de interpretación y percepción del entorno. En Hábitat no se encuentran resultados finales, sino inspiración, ensayos y errores. La característica efímera del Street Art es relativa. Hoy todo, cualquier obra site specific – instalaciones, murales e intervenciones – son registradas fotográficamente. Es efímera en su carácter de concepción, y su soporte o medio original pueden desaparecer. Creo que el carácter documental del que gozan estas obras es altísimo, incluso mayor que otras disciplinas. El libro pretende acoplarse a conceptualizaciones vinculadas al arte urbano pero funcionando de manera independientemente. Al fin y al cabo es una lectura del paisaje cotidiano.
#ElementosDeCreación Una realidad y yo