5 preguntas a Elizabeth Gleeson, de URSA Textiles

Elizabeth Gleeson tenía 23 años cuando decidió poner en pausa sus estudios en bellas artes, específicamente en grabado y cerámica, su vida en Estados Unidos, y venirse a Argentina. Lo vivió, dice, como un experimento, fue su curiosidad la que la impulsó a “descubrir todo el mundo”, a pesar de que todavía no había viajado mucho. No pensó que se iba a quedar, pero se puso en pareja, tuvo un bebé, y a partir de ese momento empezó a pensar en hacerse un lugar en nuestra ciudad, que hoy en día considera un hogar adoptivo.

Pasaron 11 años, dos hijas argentinas y un amor evidente por Buenos Aires. “Me gusta la creatividad y el caos. Todos los días me encuentro con situaciones extremas que me hacen reír y pensar. Es una muy buena experiencia irte de tu casa, de tu país, por un tiempo. Te hace ver, y aprender a vivir, de otra manera. Lo super recomiendo.” se confiesa. En el proceso creó URSA Textiles, una una marca de diseño textil e indumentaria que produce prendas, accesorios, y objetos de decoración en colaboración con comunidades originarias y cooperativas de artesanos en Argentina y Bolivia. Hoy se anima a nuestras 5 preguntas.

 

 

¿Cómo nace URSA? ¿De dónde viene su nombre?

URSA refiere a las constelaciones de estrellas Ursa Major y Ursa Minor, que son de las primeras que uno aprende a identificar en el cielo nocturno del hemisferio norte. Algo que es super referencial en un lugar, y en otro no existe. Igual, en verdad, estuve pensando últimamente en otros nombres que se identifican más con el sur y el origen de estos procesos y materiales que estamos explorando…

¿Qué hizo que te volcaras a crear piezas de indumentaria?

Hacer ropa resultó de las colaboraciones con los artesanos. Siempre tuve una fascinación con textiles; mi mama había viajado mucho por Latinoamérica de joven y nuestra casa en Pennsylvania estaba llena de su tesoro de huipiles guatemaltecos, aguayos mexicanos, y ponchos andinos, que ella colgó en las paredes como decoración. Y yo desde los 15 años confecciono mi propia ropa, pero soy autodidacta y no tengo educación formal en moda ni diseño. Al principio, cuando me junté por primera vez con las tejedoras de la Villa 31, les di unos bocetos de unas prendas que quería para mi, porque por lo general no encuentro ropa que me parezca muy interesante en locales. Salieron tan lindas que se me ocurrió que tal vez le podría interesar a un público mas grande.

¿Qué te motivó a trabajar con cooperativas y artesanos para la producción de las prendas?

Estoy muy motivada por el deseo de defender e impulsar los oficios artesanales tradicionales. Es un crimen que esta parte de la cultura patrimonial no ocupa una posición muy protagonista, pero en realidad, en este caso, estamos hablando de la historia de gente indígena, que muchas veces está invisibilizada. También me motiva la creencia en una economía más justa para todos, y creo que un emprendimiento social es una forma de poder trabajar a mi manera. Esto implica un diálogo abierto entre todos nosotros que figuramos en la cadena de producción, y una revisión constante de cómo trabajamos y cómo resolvemos los desafíos de laburar en este rubro. Me veo como un eslabón más en la cadena, uniendo y facilitando y dando forma a algo que ya existe en partes, por separado, y que falta organización.

¿Cómo es el proceso colaborativo?

Es muy creativo y fluido. Por lo general, las artesanas con las que trabajo, que son casi todas tejedoras, tienen mucha experiencia en sus rubros y oficios, y me ayudaron – y me siguen ayudando – con la parte mas técnica de moldería y construcción. Sucede todo el tiempo que les muestro unas ideas locas y me dicen, no, esto no. Y a veces les tiro una idea, se la apropian, la expanden, y ahí es cuando se hace muy interesante el proceso colaborativo. Ya estoy colaborando con grupos en otros lugares también, como en Catamarca, Formosa, y Jujuy, y también La Paz, Bolivia. Estos lugares tienen acceso directo a las materias primas más finas, y cada grupo productivo tiene su especialidad. Es realmente un lujo colaborar con las distintas cooperativas de estos lugares. En verano tengo pensado hacer unas
jornadas intensivas en Chubut, en el campo del papá de mis hijas, que está rodeado por productores independientes y una historia fascinante del pueblo Tehuelche, y también en Sucre, Bolivia.

¿Cómo describirías la estética de la marca? ¿De dónde viene la inspiración para la creación de tus productos?

Es muy sui generis. El color es fundamental. Trabajamos con formas geométricas, simples y con lineas rectas y limpias. Eso da una onda urbana y joven, más moderna. Me gusta que luzcan las fibras y las texturas. Ahora estamos probando unos detalles bordados y me encanta. También me divierto jugando con las dimensiones de las prendas – cuellos muy abiertos, mangas super largas. Pero siempre tiene que ser algo fácil de ponerse y apto para combinar con otras prendas de URSA. Yo uso nuestras prendas todos los días.

 

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