Ella es una artista que trabaja en tiempo, forma y espacios específicos. Es directora publicitaria, pero sus mundos se expanden mucho más allá del nicho. Es una creadora de proyectos colectivos, una militante del juego entre el afuera y el adentro, de la incertidumbre y el pensamiento. Individuales o en equipo, sus proyectos conservan impacto, color, cotidianeidad y crudeza en dosis y formatos variados. Te invitamos a que conozcas a Julim Rosa, una artista que juega a pensar, o invita a pensar jugando.
¿Qué es “La Sin Futuro”?
Es un proyecto que armamos con Maggie Petroni y Anita Silva en el 2013. Conseguimos una casa que se estaba por demoler, de ahí el origen del nombre, y la usamos como plataforma de producción y exhibición de obras de sitio y tiempo específico. Cada dos semanas había una muestra-fiesta con un concepto, y teníamos varios artistas que trabajaban en la casa durante la semana previa al evento. Vivimos y trabajamos ahí durante 13 meses. Hicimos 32 eventos y mostramos unos 100 artistas. El espacio desapareció, pero La Sin Futuro pasó a ser una plataforma de producción que fue generando instalaciones como “Te Lo Prometo”, en el Espacio Contemporáneo de Fundación PROA y “Te Quiero Decir Algo”, en El Cultural San Martin. Es una plataforma de investigación, desarrollo de proyectos, convocatorias y otras locuras.
¿Qué quisieron comunicar con “Te lo prometo”?
Fue una instalación que hicimos con Maggie Petroni, bajo la curaduría de Augusto Zanela y la coordinación de Santiago Bengolea. Pusimos una máquina de peluches en el restaurante de la terraza de Fundación PROA y cualquiera podía hacer una jugada con una moneda de un peso. La particularidad de la máquina residía en que los peluches que agarraba la pinza, caían por un tobogán. Así, el premio del jugador caía directo a la calle, salía de la institución y cualquier peatón podía convertirse en el ganador. Nos interesó vincular el adentro y el afuera, la institución y el barrio de La Boca. Quisimos invitar al cuestionamiento sobre el valor que tiene un osito dentro de PROA, cuando es percibido como obra, y en la calle, cuando no es más que un simple peluche. Queríamos que cada usuario pudiera hacer su propia experiencia y sacar sus conclusiones. La obra era simplemente un dispositivo activable, disponible y camuflado en un bar. No sabíamos que iba a pasar, y nos interesaba ese margen de error.
Los proyectos que realizás son bastante disímiles y tienen una estética bien diferente. ¿Trabajás sobre tus pensamientos espontáneos o realizás una búsqueda sobre técnicas expresivas específicas?
Mi práctica está dividida en dos: como Julim Rosa y como integrante de La Sin Futuro. Esa distinción es muy importante para mí, porque las producciones y líneas de trabajo son muy distintas. Mi cuerpo de obra personal está muy ligado a los sistemas de comunicación, y generalmente los proyectos son acciones, señalamientos o registros de cosas que encuentro que suceden. En cambio, con La Sin Futuro trabajamos en instalaciones y piezas relacionales. Creaciones súper fantasiosas que buscan producir algo para un tiempo y un espacio. Disfruto mucho de este paralelismo porque puedo entrar y salir de un modo de pensamiento una y otra vez.
Asististe a Marina Abramovic en la Primera Bienal de Performance en Argentina. ¿Qué guardás de esa experiencia?
Fue una de las mejores cosas que me sucedieron este año. Sigo procesando todo lo que aprendí durante el entrenamiento y los días de performance. La obra era la experiencia. Ni los objetos, ni los ejercicios, sino la relación entre todos los que habitaban ese espacio en ese tiempo. Cumplir el rol de asistente fue increíble, ayudé a que cada persona que llegaba del mundo exterior lograra sincronizarse con la frecuencia que se vibraba en la obra y que sólo se sostenía por quienes la habitaban. Admiro el modo en que Abramovic se corrió de completamente de su protagonismo, algo en relación a su producción previa. Siento que en este trabajo su foco estaba en la otredad, y en hacer todo lo necesario para que esa persona se sienta cómoda y pueda ser sí misma por un momento.
En los últimos años hubo una explosión que puso de moda al arte. ¿Qué grandes cambios ves en el mercado de producción artística?
No le presto atención al mercado del arte, así que no veo sus cambios. Estoy vinculada a una práctica auténtica que no se deja condicionar por los parámetros de la especulación sobre lo vendible. Me resulta imposible pensar en el potencial mercantil de una obra mientras la estoy produciendo. Creo que es muy fácil distinguir lo que es producción artística de lo que es moda. Es loco que llamemos “arte” a tantas cosas. Siento que los artistas tenemos que insistir en el trabajo y la producción, y dejarnos de joder con querer entrar en el supuesto mercado. Si sos bueno, algo va a pasar.
#MeGusta Siento cierta adrenalina con la producción de sitio y tiempo específico, con las prácticas relacionadas con lo que pasa afuera y que trascienden la auto-referencia del artista. Artistas como Calle, Alys, Emin o Pipilotti Rist son grandes referentes para mí. También admiro el trabajo afilado y auténtico de varios artistas locales de mi generación: Natacha Voliakovski, Fede Colletta, Maga Flaks, Vazquez Murillo y Nico Varchausky.