Maia Astrid Croizet es, además de fotógrafa, una mujer fierrera que despliega universos culturales de alto contraste a través de su obra. El año pasado lanzó su serie “Picante” y su pasión por el folklore popular se vio a través de una paleta mexicana y autos a gran escala. Porque un taller mecánico no le parece sucio y una milanesa con papas fritas a caballo es el mejor plato, la entrevistamos para saber qué hay detrás de “la piba que le saca foto a los autos”. Conocela en esta nota.
El diseño de un auto es algo que atrae casi orgánicamente. Pero tus trabajos muestran un poco más que eso. ¿De dónde viene esta pasión?
Toda mi familia es fierrera. Los almuerzos de domingo en lo de mi abuela eran con las carreras de TC. Mi hermano corría y yo siempre estuve metida en ese mundo, me fascinaba. Cuando estaba en el secundario mis amigas salían y yo me acostaba temprano porque al día siguiente me despertaba para ir al autódromo. En ese entonces solo jugaba de observadora, era la cebadora de mate. A los 17 cumplí mi sueño de sacar el registro y mi papá me compró una camioneta, una Pick Up del ’80 divina. Y ya en el secundario pasaba a buscar a mis amigos para ir al colegio, yo me bajaba con la carpeta y el estéreo en la mano. Las anécdotas me acompañan constantemente, y así fue con todos los autos que iba teniendo, todos tenían una historia. Las empecé a vincular con la foto cuando terminé la carrera y tuve que hacer la tesis, ahí decidí que iba que sería sobre automovilismo. Y ese fue el momento en que comencé a tener un rol activo en ese mundo. Iba a las carreras con la cámara y era muy gracioso porque a veces me pedían ver las fotos y las reacciones eran de pura decepción: “Ah, pero le sacaste a una goma pinchada”. Fue una experiencia hermosa porque iba recorriendo el país con mi hermano, tenía una carrera diferente todos los fines de semana y fui encontrando una mirada diferente de este un mundo que siempre está visto desde otro lado.
¿Cómo te parás como mujer en este circuito tan vinculado a lo masculino?
Como te decía, siempre tuve un rol totalmente pasivo. La mujer no es la que sabe de mecánica, no es la que está corriendo. Si no es la esposa, es la madre, la hermana, la hija. Es la que acompaña. Y la verdad es que yo siempre quise participar, de hecho me encantaría poder correr en algún momento. Creo que nunca pensé demasiado desde el rol de la mujer. Sí sé que no formo parte y recién ahora – a través de las fotos o con la experiencia de diferentes autos que tuve – me puedo sentir un poco más activa.
Además tenés una serie dedicada a talleres mecánicos. ¿Cómo fue esa entrada?
Excelente. La verdad es que se dio todo muy espontáneamente. Si veía un taller que me gustaba me bajaba del auto, iba, me presentaba y les decía que los quería retratar. En general se sorprendían, pero siempre aceptaban. Nunca me sentí incómoda, quizá porque siento que tengo una base. Además, si decís “mi hermano corría” ya estás adentro. El auto tiene algo muy pasional, y a la vez muy del tiempo, porque cuando estás preparando un auto podés pasarte horas dentro del taller, la gente te visita, te ceba un mate y a veces salen cosas muy profundas. Yo quería mostrar ese clima de los talleres, algo que está entre lo oscuro y lo místico. Casi que parece una escena de ciencia ficción. Además, me interesaba mucho esto que tienen los talleres vinculado al “altar”, la paredes con fotos de los autos que se tuvieron, las carreras que se ganaron, los trofeos, la calcomanía. Yo quería retratar la religión de los autos.
En tu obra hay fierros, cultura mexicana y una paleta plena y fuerte que no se ve en tu última serie. ¿Cuál fue la búsqueda ahí?
Esa serie arrancó después de un año de muchas revoluciones. Un año en el que empecé a escucharme internamente y a conectar desde las entrañas. Todo esto me llevó a revisar mi relación con mis padres, mis hermanos, mi infancia. De alguna manera sentía que no me estaba encontrando y fue todo muy introspectivo. Necesitaba cierto silencio, y fue tal la necesidad que tenía de correrme de donde estaba que decidí volver a trabajar con película, con rollos, como una manera de volver a los orígenes. Agarré una cámara que no usaba hace mil años, rollos de cuando todavía estudiaba y arrancó esta búsqueda. Y al trabajar con rollos que estaban vencidos, yo no tenía ningún control sobre esas imágenes, estaba entregadísima a los resultados. Es una serie en la que lo único que yo podía y sabía manejar era la herramienta, después era entregarme a la experiencia de ver qué salía.
¿Cuál fue el resultado de toda esta experiencia?
Salió un montón de material, fue como una catarsis. Empecé a divagar con paisajes, que es algo que casi no aparece en mis trabajos y mucho menos como naturaleza muerta. Pero empecé a jugar y pensar en una misma escena en distintas épocas, a conectarme con lugares de otra manera. De hecho no tuvo nada de retoque. En ese entonces me compré un scanner de negativos y de sacada lo empecé a usar sin haber aprendido a scannear, no sabía exactamente que seteos poner ni nada. Y así se reveló el rollo. Escaneado con los 30 millones de pelos de mis gatos (risas). La verdad es que fue una experiencia que me encantó y me hizo muy bien. Fue una búsqueda completamente diferente e íntima. Y esto que recién comienza.
#5likes / Gaby Messina, Jonas Romo, Gregory Crewdon, Remedios Varo, Stephen Shore.
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