La monumental obra de Roberto Bolaño fue llevada al teatro por el francés Julien Gosselin. Con una duración de 12 horas, fue presentada en Buenos Aires en el marco del FIBA.
Por Joaquín Sánchez Mariño
Llego a las 11 am al teatro San Martín. Está Claudia Piñeiro con una amiga conversando. Conozco a Claudia de dos o tres entrevistas que le hice, pero ella no me conoce a mí. Como soy consciente de esto, no sé si saludarla o no. Saludarla implica presentarme, lo cual me parece pretencioso. Hago como si no la vi y postergo la decisión. Por ahí también está Santiago Motorizado (el líder de El Mató a un Policía Motorizado), pero ni escucho su música ni lo conozco en persona, digamos que tan solo lo re-conozco. Obviamente no hago nada y cuento el dato acá, por color, que le dicen.
Somos cerca de 100. Entramos a la sala Martín Coronado y nos sentamos donde queremos. Si bien las entradas son numeradas, en la distribución reina la anarquía. Solo aclaran que adelante no conviene porque no se leen los subtítulos. Voy a la fila 15, a la derecha. La entrada salió 220 pesos. La obra dura doce horas. Son algo así como 30 centavos el minuto, 18 pesos la hora. Precio menemista.
2666 es mi libro favorito, por eso estoy ahí, en una de las dos funciones que presentó la compañía francesa como pate del FIBA, el Festival Internacional de Teatro que terminó hace unas semanas. El libro está dividido en 5 partes. Tiene 1119 páginas y su última palabra es México, escrito con x. La obra respeta esa estructura. Son cinco actos separados por dos intervalos de una hora y dos de media. Hasta acá, la parte del color.
La parte del crítico
Lo primero es establecer que Bolaño no es un autor para leer en francés. Los sonidos grandiosos y seductores del idioma en nada pegan con el desparpajo de la obra de Bolaño. Lo segundo es aceptar que Bolaño es un autor de esos que todos los que lo leen (los que lo leemos) creen (creemos) haberlo descubierto, y por eso mismo es muy fácil caer en conclusiones tales como que no es un autor para leer en francés. Los argumentos suelen ser antes emocionales que lingüísticos.
Como sea, ahí donde 2666 crece en máquina ficcionaria, en aparato chistoso de desmesura, la obra de Julien Gosselin cae en grandilocuencia tras grandilocuencia. Digo: como obra literaria, es deformación, una reescritura sorda.
No obstante, seamos justos, no es una obra literaria sino teatral. Desde el programa se advierte que la obra trabaja la desmesura en relación con la audiencia. Es decir, si Bolaño escribió una bola infinita de ficción, el director quiso inventar una bola infinita de recursos. Teatrales, cinematográficos, actorales, sonoros, sensoriales. Esa experimentación, necesariamente pretenciosa, atenta contra el espíritu del libro. Todo esto considerando que 2666 es una gran burla, claro, una pelotudez que nosotros adoptamos como obra maestra. Pienso que las las obras maestras del siglo XXI son las que fueron escritas en joda. Las que no creen en el valor que ellas mismas representan para otros. Las humildes, porque el trabajo de un escritor –dijo Bolaño– es un trabajo de humildad, un trabajo en contra del lucimiento del escritor. De algún modo, un oficio en contra de la vanidad. Y en contra de la verdad también.
La grande belezza para mí es una película que está escrita en joda. El gran hotel Budapest es una película que está escrita en joda. Little Miss Sunshine es una obra que está escrita en joda. Relatos Salvajes me parece que también está escrita en joda. No digo que sean obras maestras, digo que si llegaran a serlo sería probablemente por el desenfado. Porque los autores, se me ocurre, están hartos de que las cosas sean tomadas tan en serio.
La obra de Gosselin, me parece, está hecha muy en serio. La primera parte es una maratón de dos horas a pura verborragia. Toda la acción es pura conversación acelerada intercalada con recursos narrativos (filmaciones en circuito cerrado, sonidos feroces, juegos de luces), pero el vértigo está dado únicamente por el habla. En un momento sucede que los protagonistas se enojan con un taxistas de origen árabe y lo sacan del auto y le dan una golpiza asesina en nombre de todas las causas justas o injustas que se les da por nombrar. Mientras en el libro pasa la golpiza, en la obra pasa el relato de la golpiza. Es una recurrencia a lo largo de toda la obra, con excepción de la parte de Fate, donde sí vemos al personaje –Fate– entrar en acción.
La parte del horror
Pienso que el mundo está perdido, pero no por eso hay que darle la razón. Gosselin en cambio dijo en cada una de sus entrevistas más bien lo contrario. O no, más bien algo distinto. Explicó que las doce horas eran para agotar al espectador (no para aburrirlo), para hacerlo así sentir la verdadera violencia de la obra de Bolaño, la verdadera violencia del mundo contemporáneo. “Si los espectadores están frescos y descansados, no llegan a sentir la asfixia y la fragilidad del mundo que se plantea”, dijo por ejemplo a Página 12. El mundo está perdido, y hay que decirlo. Una vez más, tomarlo en serio, parece sugerir. Yo no creo que 2666 sea una obra asfixiante. Ya se sabe que Bolaño la escribió perseguido por la muerte, por una insuficiente hepática que tenía final obvio. Que la escribió en Blanes, separado de su mujer y sus hijos, en pareja con otra mujer que lo condujo al hospital antes de morir. Que la escribió en un ambiente con una estufa que a veces funcionaba y a veces no, con el sonido de la Costa Brava entrándole por la ventana, la misma Costa Brava que recibió sus cenizas una vez que, efectivamente, la deficiencia hepática deparó en la muerte. Pero sigo creyendo que en su apuro, Bolaño escribió una obra para un mundo diferente. Algunos creen, por ejemplo, que en Estrella Distante quiso retratar el horror de la dictadura chilena. O en Nocturno de Chile. Su mirada del horror sin embargo era nostálgica, no revisionista. Era ciertamente pesimista, sí, pero nunca temerosa. El horror, en la obra de Bolaño, es algo inevitable y algo de lo que, necesariamente, hay que reírse.
Nos reímos poco los que participamos de la obra de Gosselin. Tuvo la chance de hacernos participar de una monumental tomada de pelo. Hubiera sido prodigioso ser parte de eso.
En cambio, “fuimos parte del horror”. Poco menos que mirar de corrido alguna temporada de Walking Dead.
y por ultimo, la presentación de 2666 en el Festival de Avignon 2016:
https://www.youtube.com/watch?v=Jc1p6G8CgJE