Después de haber elegido a Proenza Schouler como la mejor colección del NYFW, nos parecíó justo dictaminar cual fue la peor. Y para evitar criterios simplistas, porque es fácil destrozar al que consistentemente hace colecciones “polémicas” (si, Jeremy Scott, te estamos mirando a vos…) usamos un criterio que nos parece muy justo: elegimos a los que normalmente prometen y nos entregan temporada a temporada algo lindo para ver. De los grandes nombres, esos que te preguntás qué habrán hecho. Este año, la peor colección del NYFW fue la de Rodarte.
Laura y Kate Mulleavy supieron hacer de su firma una marca poco convencional, siempre alineada a una estética ligeramente oscura, dramática, con muy buen manejo de la construcción de prendas que las llevó a ser las favoritas de más de una en la alfombra roja. Después de consagrarse diseñando el vestuario de “Black Swan” e incluso habiendo creado los atuendos para la ópera Don Giovanni, uno se hubiera esperado una propuesta teatral, mas cercana a la alta costura…
Esta temporada Rodarte le pifió, y fuerte. Si bien le escapó al minimalismo celinesco que abundó en las pasarelas unificando todas las colecciones en un bostezo prolongado, y apostó a sus fuertes: la juventud, la mezcla de la alta costura con el sport y el espíritu de California, el resultado fue una cruza bizarra entre el lejano oeste y showgirl de Las Vegas con furiosas referencias a los noventas y un estilismo que logró que los críticos definieran como “una cruza entre el look “chola” y Jem and the Holograms“. Terrible. Horrible.
Si logramos por un segundo sacar la vista del mix de animal print junto con los flecos, faldas irregulares y satén podemos rescatar las lindas botitas que mezclan blanco, negro y reptil, y el impecable corte de los blazers. ¿El resto? una pesadilla de la que no logramos despertar.