Menos Folk, Más Sentimiento
Hará hace un mes y monedas que los Mumford & Sons volvieron al ruedo. Después de una época de incertidumbre en que se rumoreaba su separación y que cada uno seguiría proyectos y rutas diferentes, se hizo la luz e irrumpieron la escena con un álbum nuevo: Wilder Mind.
La tapa del mismo, un banco de plaza perdido en algún mirador e iluminado por las luces de la ciudad, es una especie de introducción a lo que vamos a escuchar en el disco. Un alejamiento del folk y del ritmo del countryside por parte de los ingleses para acercarse al sonido sintético del paisaje urbano.
Los banjos y el crujir de los instrumentos en versión acústica que tanto los caracterizaba y les daba ese aura y revival del folk fueron cambiados por los riffs de guitarra eléctrica y la presencia de sintetizadores para compensar esa falta, tal vez para lograr un sonido más completo, pero a la vez más conformista, que también creció gracias a la inclusión de un baterista fijo.
Un cambio por parte de los muchachos, que todavía no nos queda claro si es una apuesta a por un rock más fuerte o un ajuste hacia un sonido más comercial. Escuchando el single “Believe” al instante saltan referencias a Coldplay y otras bandas del palo.
Pero no todo es negativo. Se mantiene el sentimiento en la voz de Marcus Mumford y la originalidad de sus letras, sólo que alrededor de melodías más agresivas. El track que mencionamos en el párrafo anterior, pero aún más el single que llamaron “The Wolf” nos rememoran a un Phoenix con temas como “1901”.
Ojo, “Believe” gusta, el videoclip nos sumerge en la aceleración de la ciudad mientras la poderosa voz principal del trío de Londres, más limpia que en otras presentaciones, nos hace pensar hacia dentro con su letra poética. En ese orden, siguen manteniendo un estilo Mumford, pero habrá que ver si es suficiente para mantenerlos como vanguardistas o los condena al olvido.
En cierto sentido, tanto Mumford & Sons como Phoenix siguieron un mismo camino con sus últimos discos (Wilder Mind y Bankrupt!, respectivamente), despegándose de sus raíces para dar paso al poder de los sintetizadores y otras máquinas. Las críticas a ambos fueron mixtas, más positivas para la banda francesa, aunque las ventas sugieren lo contrario.
Habrá que volver a los inicios, o no. Depende de ellos. Mal no les va a ir, pero no será lo mismo. El álbum es bueno, eso no se puede negar, pero le falta algo. Volvemos a la tapa y recordamos el banco, que está vacío en el mirador, en medio de la naturaleza. Los “Ghosts That We Knew”, los fantasmas de Mumford & Sons que supieron hacernos vibrar en el álbum Babel.
Tal vez sea eso. Que después del tiempo transcurrido nos esperábamos una sorpresa, un sonido aún más Mumford. Y en vez de eso, se sucedió una revolución que no fue, como pasó con Daft Punk y su reciente Random Access Memories. De nuevo, el resultado fue un buen álbum, pero no rompió precedentes como sí lo hizo Discovery (salvando las correspondientes distancias).
Mumford & Sons no deja de ser una gran banda. Y no dejan de emocionarnos con su música. Ahora a disfrutar lo que tienen para ofrecernos y estar atentos a lo que se venga.