Como si Gianni nunca se hubiera ido, Atelier Versace marca el comienzo de la Paris Couture Week con influencias ochentosas, prendas que nos imaginamos Jem vestiría en una red carpet.
Inspirada en el esplendor arquitectónico de los domos de vidrio, donde la fragilidad del cristal se ve contrastada con la fuerza de las vigas de hierro, la colección busca debatir lo moderno con lo efímero y la luz.
De esta manera, las tablas y el dorado marcan una rigidez que se ve quebrada por paneles de transparencias y tajos, escotes y cortes estratégicos. Abundan las pieles, no pueden faltar en la pasarela de Versace, y continúa el reino del neón, en amarillo y fucsia y verdes brillantes.
Pero las mezclas son eclécticas, y hacen que estas pieles se encuentren con inesperados apliques plásticos y de cristales, o que el tul se combine con látex. Y los accesorios vuelven al relato, mezclando esclavas metálicas de generosas proporciones con stilletos de acrílico, que hacen que parezca que las modelos caminan en el aire.
Un mix que sorprende, divertido y ya característico de una marca que nunca se rige por las reglas de la alta costura. Sexy, por sobre todas las cosas, pero con un appeal que claramente llama, cual canto de sirena, a las fanáticas de la marca.