Con un Grand Palais transformado en un teatro postacopalíptico, Karl Lagerfeld volvió a hacer de las suyas en la presentación de la colección Haute Couture Fall 2013-2014 de Chanel. Llamarlo simplemente un desfile es casi un insulto al clima que logra Lagerfeld en una nueva propuesta para la semana de la alta costura, de una teatralidad apabullante.
La línea se presenta como una visión de un futuro que mezcla la ciencia ficción con una reminiscencia de los años sesentas, provista de una paleta completamente desaturada en la que reinan el plata y el gris.
No podía faltar el tweed, que en los primeros looks de la colección se hizo presente en chaquetas y faldas, que sobre capas y capas abrigan el invierno como ninguno. Es refrescante ver una línea que se apropie del frío como lo hizo Chanel en esta temporada, con prendas realmente pensadas para la temporada. Es de esta forma que Lagerfeld vuelve a apostar, de la misma manera que en propuestas anteriores, a las botas altísimas y pantalones por debajo de vestidos y faldas para abrigar el invierno.
Esta colección brilló, literalmente, con hilos, telas, pailletes y detalles metálicos para que cada uno de los looks tuviera esa sensación de estar confeccionado con pequeños trozos de vidrio, casi como su hubieran sido recuperados luego de la explosión de un cristal. Brillos que no faltaron en cada uno de los anchos cinturones que, a la cadera, marcaron la silueta de la marca para esta temporada, una pieza polémica que no logró funcionar en todos los looks aunque sí consiguió darle aires de uniforme, como azafatas de un futuro ideal.
En las últimas pasadas, la colección se pobló de tramas geométricas, estampadas o volumétricas, hechas con las mismas telas y buscando un efecto similar al origami. Es un cambio sutil, pero más adecuado a lo esperado en una presentación de alta costura, en donde la mano de obra y las horas que conllevan cada pieza difícilmente logran pasar desapercibidas.
Para el cierre, una novia enfundada en una chaqueta de tweed y con una cola que partía desde la mitad de la espalda coronó la inmensidad del desfile. Una vuelta futurista a los clásicos de la casa, más cercana a Kubrick que a Coco. Algo es seguro: cuando llegue el apocalipsis, que sea en un Chanel.