Couture Week. París. Cualquiera creería que con semejante título, lo que camina por las pasarelas francesas bajo los nombres de las casas más importantes de la moda es claro como el agua: vestidos de complejísima confección, variados niveles de teatralidad, pero, sobre todo, eso que hace que la alta costura sea un sueño únicamente realizable en las alfombras rojas y algún (fabuloso) hueco perdido en Rusia o Dubai, de donde son la mayoría de sus compradoras. Precios inaccesibles y limitadísimas ocasiones de uso son las premisas de estas pasarelas.
Tenía que venir Karl Lagerfeld a descontrolar todo.
El desfile para la colección Haute Couture Spring 2014 de Chanel arrancó en un set completamente blanco con la música de Sébastien Tellier y su orquesta a todo volúmen, Cara Delevingne bajando las escaleras a los saltos por las escaleras y looks que dejaron con la boca abierta a más de uno. La inspiración, una disco futurista. La ejecución: ready to wear glorificado.
Podemos hablar de lo que todos comentaban, fervientemente a favor o radicalmente en contra: las zapatillas que calzaban las modelos, esas que tomaron 30 horas por par para confeccionar en el atelier Massaro, con detalles en gasa, tul, encaje, perlas y bordados. “En la historia de la moda, desde 1800 hasta 1845, las mujeres usaban zapatos chatos; incluso con vestidos de fiesta, los zapatos eran bajos” se justifica el Kaiser. Y, en parte, se asocia con las ballerinas icónicas de la firma, convirtiendo a estas piezas específicas de la colección en un nuevo objeto de deseo para las mujeres que buscan pertenecer a toda costa, una generación de jóvenes que enloquecen con la idea de las suelas de goma con dos c entrelazadas, incluso a pesar de que el precio se anuncie lejos de algo accesible (se presume algo cercano a los €3000 por par).
O tal vez podemos tocar el tema de los corsets, una decisión que se transformó casi en una cachetada para la mismísima Coco, que en el nombre de la modernidad los dejó de lado hace casi un siglo. Enfundando a las modelos sin falta, en todos los looks, los ajustadísimos corsets dividían chaquetas y faldas como si fueran tallos en una copa, generando una nueva articulación en el cuerpo y apoyando el concepto futurista acercándose a esos prototipos robóticos de los films de ciencia ficción.
Tal vez sea que se quedó con las ganas de estirar los más de 90 looks que presentó en su última colección RTW. La realidad es que, de los cerca de 60 outfits que desfilaron por la nave blanca, solo los últimos 20 se acercaron a lo que estamos acostumbrados a esperar en una pasarela de alta costura. Plumas, transparencias y bordados vistieron vestidos en colores pastel y tornasolados, bien aptos para cualquier alfombra roja.
Sport couture, más que Haute Couture, para una nueva colección de un Karl Lagerfeld que nunca deja de sacar conejos de la galera y logra, con solo 60 conjuntos, democratizar la Alta Costura. Sabe patear el tablero y dar de qué hablar, de eso no hay dudas.