nota escrita por Nicolás Andrada.
Semana 1
Hace más de setenta años que lo hacen, pero me sigue sorprendiendo que un bicho como éste pueda volar. Cruzar el océano entero por los aires y depositar a cientos de personas en Japón o Ámsterdam. El hombre, cuando quiere, es un ser extraordinario.
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La ciudad de Ámsterdam es diminuta y hermosa como un bonsái, pero un bonsái que crece torcido, porque sus raíces están en el agua. Si uno observa una hilera de casas desde un puente en Ámsterdam, la sensación es que se están cayendo una encima de la otra. Un dominó arquitectónico. Muy lindo.
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La universidad es un edificio antiguo de piedra, rodeado de canales y puentes, por donde cruzan los estudiantes en bicicleta. Es increíble verlos. Van solos o acompañados, siempre alegres, tocando timbre y riéndose entre ellos. Las mujeres son doncellas.
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Pero está el Barrio Rojo también. The Darck Side of The Moon, donde el polvo mágico se acabó y ya no quedan príncipes de ojos azules. Es temprano. Los hombres caminan de costado, como si recién se levantaran de la resaca. Y las mujeres se gritan cosas de una vereda a la otra. Debe ser impactante este lugar de noche. Los escaparates iluminados, las mujeres en ropa interior. Esa sensación de que algo peligroso puede pasar en cualquier momento.
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30 kilómetros al este de Ámsterdam, está Naarden. Una ciudad ordenada y silenciosa, con residentes que no salen a la calle después de las 5 de la tarde, si no es para atender a una familia argentina, que golpea sus puertas porque no entiende qué hacen los libros en los buzones de sus casas.
-¿Can we take it? ¿Really?
El hombre que explica que los libros se pueden tomar sin compromiso, es canoso y lleva puesto un sweater. Solo le falta la pipa colgando de la boca.
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Brujas: si le sacas la terrible invasión del turismo, queda una fortaleza medieval, unos castillos de piedra y algunos ancianos, sin armadura, que caminan lento y encorvados por las calles adoquinadas.
Es una tarde de principios de primavera. Las últimas hojas caen de los árboles y un polen naranja dibuja círculos irregulares en el aire.
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Cerca de Brujas está Gante. Según un folleto de turismo, es el secreto mejor guardado de Europa. Es curioso que se anuncie tan públicamente un secreto.
Hay catedrales monstruosas en cada esquina. Los turistas comen papas fritas sentados a orillas de un canal y el tranvía no supera los 30km por hora. El dato es que el Señor de los Anillos se inspiró en lugares como estos.
Semana 2
Inglaterra: por la avenida The Mall, la aristocracia británica camina en dirección al palacio de Buckingham, donde la reina Isabel ofrecerá en el día de hoy un té con macitas. Las mujeres llevan vestidos de colores y capelinas a tono. Todo es victoriano y ridículo.
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En Londres, los taxis son negros y los cuervos que graznan en el Green Park también. Hay mucho runner por las calles y es hermoso el Tower Bridge iluminado. Los hombres caminan prendidos al cigarrillo electrónico. Los chicos, por su parte, juegan con una estrella giratoria que lo único que hace es, justamente, girar. Y las mujeres, la gran mayoría de ellas, se pintan las cejas. Brutalmente.
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Liverpool. Doce del mediodía. The Cavern es un sótano con olor a baño donde tocó, posiblemente, la mejor banda de música de todos los tiempos. Las paredes son de ladrillo y están cubiertas de fotos y discos. El techo es bajo y mejor no preguntar por la salida de emergencia.
Semana 3
Ahora entiendo: París tiene un filtro de Instagram que la cubre por completo. Un velo invisible que la hace encantadora. Sino es imposible.
A orillas del Sena, los jóvenes organizan sus picnics con vino espumante y cerezas. El cielo es violeta y por el río navegan barcos cargados de turistas. En algún lugar de París, un músico callejero debe estar endulzando el beso que se dan los enamorados cuando cruzan un puente. Oh, París, ciudad del amor y la bohemia artística.
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En buena medida, el encanto de la capital francesa se le debe a un arquitecto, llamado Hasussmann, quien diagramó la París moderna, a través de bulevares, parques y edificios bajos. El resultado es una urbanización racional, amable y controlada. Una ciudad que se disfruta a paso lento. Merci, bonjour.