Durante la Segunda Guerra Mundial, varias pinturas y esculturas del Louvre en París fueron empaquetadas, guardadas cuidadosamente en cajas y enviadas en silencio y cubiertas de secretos a la campiña francesa. Con mudanzas periódicas y curiosas formas de protección (la Mona Lisa, por ejemplo, fue conservada durante muchos años debajo de la cama de una pareja francesa).
En 1945 las obras volvieron al museo, y fue el fotógrafo Pierre Jahan el encargado de capturar los momentos en los que las diferentes piezas se abrían y retornaban a las paredes donde se encuentran hoy.