Etéreas, inalcanzables, delicadas y frágiles. En su tercera participación en La Ciudad de Moda, Marcelo Giaccobe envió damiselas de cristal a la pasarela, enfundadas en una colección que corta el aliento y transmuta lo visual a una experiencia táctil, casi como tocar nubes con las manos.
“Nereidas” toma su nombre de la escultura de la argentina Lola Mora, y recupera los recuerdos de la niñez del diseñador sobre el romance y los desengaños amorosos. “Yo me crié en una peluquería, crecí escuchando cosas que no tenía que escuchar, el lado B de las novelas románticas”, confiesa refiriéndose a las historias de las clientas que frecuentaban la peluquería de su madre, en Ciudadela.
La mujer, despechada, de Giaccobe se atavía con una silueta que refuerza la imposibilidad de distinguir entre la piel y el vidrio, vestidos con cascadas de tul, apliques de piedras preciosas y canutillos que van conformando esquirlas de corazones partidos. La paleta responde a la canción “Heart of Glass”, de Blondie, en la que un vidrio roto y un corazón partido se asocian con tonalidades frías como el plata, blanco y gris, y en el desarrollo del desfile va tomando temperatura y virando hacia tonos pasteles.
Los vestidos son mínimos y recuerdan al trabajo de superposición de capas de Sarah Burton, intercalados con algunas caprichosas propuestas que integran la sastrería masculina a la línea, sin alterarla en lo más mínimo.
Así, el desamor nunca fue tan dulce. Que nos rompan el corazón cuando quieran.
Fotos por Soledad Rodríguez