Salk Institute, por Louis Kahn

Jonas Salk fue un microbiólogo estadounidense pionero cuya creación de la primera vacuna contra la poliomielitis en 1952 cambió vidas para siempre. Su dedicación a la erradicación de la enfermedad infecciosa que mató a millones fue reconocida por el gobierno de los Estados Unidos en los años sesenta con el regalo de una parcela de tierra en San Diego. Salk decidió construir un laboratorio allí, reclutando al famoso arquitecto Louis Kahn para “crear una instalación digna de Picasso”.

El centro de investigación biológica que resultó fusiona función, forma y belleza monumental en un acantilado con vista al Océano Pacífico. El paisaje accidentado y azotado por el viento era el lugar perfecto para el Instituto Salk, que sigue en uso cincuenta años después de su construcción y es ampliamente considerado como una de las grandes obras maestras modernistas de Estados Unidos. El fotógrafo alemán Nils Koenning hizo la peregrinación al sitio, capturando su majestuosidad en las últimas horas de sol.

Kahn creía en el potencial trascendente de un espacio que fusionaba arte, arquitectura y ciencia; y con el Instituto Salk, ha logrado justamente esto. El complejo formalmente inspirador también es estructuralmente simple, duradero y de uso práctico. Construidos a partir de un compuesto de hormigón puzolánico común durante la época romana, los edificios emiten un resplandor rosado. Originalmente destinado a ser tres veces más grande, hoy el Instituto Salk consta de dos edificios octogonales principales con estudios adjuntos que corren paralelos entre sí y que están separados por un patio a gran escala y una fuente de agua.

Estos edificios albergan laboratorios sin columnas a gran escala, cuyos planos de planta flexibles fueron diseñados para la libertad de comunicación y para permitirles evolucionar según sea necesario. Se adjuntan a estos edificios ocho torres con frentes angulados terminados con detalles de teca. Estas estructuras albergan los estudios de los científicos, y gracias a la naturaleza escalonada del frente del edificio, cada una tiene vistas al océano.

Dividiendo el espacio simétrico hay un patio pavimentado en deslumbrante piedra de travertino. Hasta que Luis Barragán intervino, Kahn tenía la intención de llenar el espacio con un delicioso jardín. Barragán sugirió que el área sería más afectada si no tuviera nada en absoluto. En el centro de este espacio mínimamente adornado hay una fuente de agua llamada “El río de la vida”; Orientado hacia el Océano Pacífico, el sol se pone a lo largo de su eje acuoso dos veces al año durante el equinoccio.

(vía)

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