No hay dudas de que las colecciones de Maria Grazia Chiuri y Pierpaolo Piccioli son de las más lindas para ver en la semana de la Alta Costura parisina. No solo las prendas tienen un trabajo minucioso y romántico, un claro ejemplo de lo que nos gusta ver en prendas de alta costura (ejem, Karl Lagerfeld) sino que, a diferencia de casas como Elie Saab, que trabaja en el detalle a la perfección pero tiene colecciones tan similares temporada a temporada que parecen casi iguales, los directores de Valentino logran todos los años traer un relato nuevo a la pasarela.
Este año la inspiración vino de la ópera. Ambos diseñadores quedaron encantados con el trabajo del escenógrafo del Teatro dell’Opera di Roma, Maurizio Varamo, tanto que lo invitaron a crear las alfombras que cubrieron la pasarela a lo largo de los salones del Hôtel de Salomon Rothschild. Como un rompecabezas, flores, ramas y mariposas fueron el piso para las etéreas creaciones de la firma italiana.
Al son de “La Traviata”, la primer modelo abrió el desfile con un número etéreo estampado con notas musicales. Mucho tul y transparencias fueron el motivo que se repitió a lo largo de la primera sección del desfile, como bailarinas de una versión musical y más romántica de “The Black Swan”.
A la mitad, un brusco cambio de tempo inspirado por las obras de Purcell, Verdi y Ponchielli dió paso a una temática selvática, con mucho animal print, tapados de cashmere e incluso estampas gráficas que arrebataban sin respiro a los suaves y etéreos géneros.
Tal vez con un poco menos de Dolce & Gabbana y un poco más de Saab, esta colección hubiera sido 100% perfecta. Pero ¿a quién queremos engañar? Definitivamente, antes que un vestido genérico y aburrido, nos quedamos ese último look, leopardo ilustrado incluído.